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Modernismo y tradición
En el siglo XIX llegó la producción industrial de los artículos de consumo, lo que permitió el acceso de ellos a todos las clases sociales, y a finales de S. XIX nace la publicidad gráfica moderna, que realzaría el valor de marca de los productos.
Las nuevas formas de reproductibilidad permitieron realizar grandes tiradas de carteles publicitarios para las grandes marcas. En las grandes capitales europeas (París, Berlín, Viena) y norteamericanas (Nueva York) los artistas ilustradores abrieron su talento al servicio de las empresas. Uno de los mayores profesionales del cartelismo fue Tolouse Lautrec en la bulliciosa París de la Belle Epoque.
Los estilos de finales de S. XIX, especialmente el modernismo con todas sus variantes locales, proporcionaron el lenguaje necesario para el cartel publicitario. La decoración modernista que se veía en las fachadas de las casas, en el interior de las cafeterías, en los muebles y obras de arte contemporáneas se extendía al diseño de los materiales comerciales. Las empresas buscaban ese toque de modernidad y el gran público se dejaba llevar por sus deseos de de aspiración y pertenencia a un mundo rico y exclusivo. Para las industrias era tan importante el producto como los mecanismos de marketing asociados a su venta. Antoni Amatller entendió perfectamente este mensaje para sus Chocolates Amatller.
Con todos estos datos podemos afirmar que el empresario Antoni Amatller se comportó casi como un creativo más del modernismo catalán, sabiendo respetar la tradición de la producción chocolatera familiar añadiendo las técnicas más innovadoras en sus fábricas y formas de venta.